EL SER HUMANO SE INTERROGA SOBRE EL
SENTIDO DE SU VIDA
Para
hablar del sentido de la vida en la experiencia religiosa, es necesario
comenzar a analizar los distintos interrogantes que siempre se ha planteado el
ser humano acerca de sí mismo y de todo lo que lo rodea. Como respuesta a
dichos interrogantes surgió, lentamente la experiencia religiosa humana que ha
ayudado a los hombres y a las mujeres de todos los tiempos a encontrar el
sentido trascendente de su existencia.
Cuando
el ser humano se descubre en el mundo y
descubre a las otras personas, a las cosas
y a su Creador, comienza a interrogarse acerca del sentido de su existencia,
del para qué vivir en su quehacer cotidiano. Los hombres y las mujeres de todos
los tiempos se han planteado este interrogante, y lo han respondido de
múltiples formas que van desde considerar la existencia humana como un sin
sentido, como la negación de la libertad, hasta pensar que esta vida concreta
es la oportunidad que cada quien de construirse y realizarse como persona,
para poder transcender a una existencia plena y definitiva.
Todo
esto significa que el ser humano es constructor de su propia historia. En
efecto, el camino que ha recorrido la humanidad no es producto del azar o de
los caprichos del destino, sino que todo lo que ha acontecido al ser humano
es el resultado de su quehacer en el
mundo. Así, resulta definitivo el sentido que cada uno dé a su existencia. A
través de la historia humana pueden encontrarse ejemplos de los más variados
matices:
Ø Para
Albert Camus, novelista existencialista del presente siglo, la vida es la
negación de la libertad, y la muerte su afirmación. Esta concepción la tomó de
manera tan seria que acabó suicidándose.
Ø En
las décadas de los años sesenta y setenta surgió en nuestro país un importante
movimiento literario-filosófico: en nadaísmo. Uno de sus fundadores pregonaba
que el ser humano es una máquina para producir excrementos, y vivió fiel a este
concepto durante largo tiempo, hasta cuando modificó su pensamiento de manera radical.
Ø En
nuestros días existen personas que piensan que el único factor que da sentido a
la vida es el dinero, y por eso viven esclavizadas por los bienes materiales;
renuncian a todos los demás valores, sacrifican el amor y la justicia, para
entregarse a su consecución.
“¡Una
cosa curiosa es ésta de vivir! Sin mi asentimiento, heme aquí, instalado, desde
hace ya algunos años, sobre una máquina redonda – la Tierra- a la que adhiero
como una mosca a una esfera. En las antípodas, en Oceanía, viven otros seres
humanos, con la cabeza hacia abajo, ¡sin sentir el menor malestar! Esto se
explica, al parecer, por la ley de atracción… que, confesémoslo, no explica
nada en absoluto.
Y
me consta que esta bola que nos lleva sobre sí no está sostenida por nada, ni
está suspendida de nada, que da una vuelta completa sobre sí misma en un día lo
cual le da, en nuestra latitud, una velocidad tangencial de unos 1 000
kilómetros por hora aproximadamente; que describe una órbita elíptica en torno
al Sol, a una velocidad tangencial media de 108 000 kilómetros por hora; que el propio Sol, arrastrando tras
de sí a unos centenares de satélites –entre ellos la Tierra-, se dirige hacia
la brillante Vega, estrella de la constelación de Lira, a una velocidad de 70
000 kilómetros por hora, y que las tres o cuatro mil estrellas que vemos por la
noche, inmóviles, están sostenidas también a velocidades vertiginosas y son
arrastradas en una cabalgata fantástica a través de los espacios.

Y
cada día, sobre mi globo, vivo: muevo brazos y piernas, como, cambio de lugar
unos objetos, rompo otros, después me acuesto y pierdo el conocimiento durante
algunas horas, mientras que, en el otro hemisferio de la Tierra, la mitad de la
humanidad, acariciada por los rayos del sol naciente, se despereza, se levanta,
come, trabaja o se divierte, para acostarse a su vez cuando yo me levante. Y
mañana, pasado mañana… volverá a comenzar la misma operación, la misma comedia.
¡Es curioso!
Y
vivo, porque en mi pecho late mi corazón, un músculo que se halla en actividad
día y noche, al cual yo no he dado impulso cuyo movimiento no me es posible
detener mediante un acto de voluntad. Cien mil veces al día este músculo se
crispa y se relaja. ¿Quién le ha puesto en movimiento y cómo puede latir así?
Cosa
curiosa también, yo vivo a veces… allí donde no estoy. Por una parte, me siento
localizado por mi cuerpo en un lugar determinado del espacio; por otra parte
hay en mí un elemento –que se llama espíritu- que se evade continuamente del
lugar donde estoy y recorre el universo en todas direcciones. Y este espíritu,
sin dejar de estar en el presente, escruta el pasado sin cesar y contempla el
porvenir. Esto ¿no es también raro?
Sinceramente,
¿Cuál es mi razón de ser? ¿Por qué me ocupo en esta tarea de vivir? Si me
despertase en el compartimiento de un tren en que se me hubiere depositado sin
mi consentimiento, preguntaría inmediatamente por qué se me había puesto allí y
cuál sería el término de mi viaje. Cuando se trata de mi presencia en el
universo y de mi estancia en la Tierra ¿no surgirá en mí ningún problema? ¿No
me preocuparé de saber qué se quiere de mí?... Pero –dicen algunos- ¿no es más
sencillo hacer como si el problema no existiese o suponerlo resuelto? La vida
es bella –añaden- ¡vivámosla!”.
(Tomado
de La solución al problema de la vida. Fernand Lelotte, págs. 17 a 19).
Tomado de Proyecto de vida 10. TOBON TAMAYO, Raúl. Ed. CONACED, págs. 8 a 10.
Excelente trabajo gracias.....
ResponderEliminarayudo a encontrar mi camino !!!!!gracias!!!!!!
ResponderEliminarNo me sirvio de nada
ResponderEliminarNo me sirvio de nada
ResponderEliminarXd
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