sábado, 22 de febrero de 2014

EL SER HUMANO SE INTERROGA SOBRE EL SENTIDO DE SU VIDA

EL SER HUMANO SE INTERROGA SOBRE EL SENTIDO DE SU VIDA

Para hablar del sentido de la vida en la experiencia religiosa, es necesario comenzar a analizar los distintos interrogantes que siempre se ha planteado el ser humano acerca de sí mismo y de todo lo que lo rodea. Como respuesta a dichos interrogantes surgió, lentamente la experiencia religiosa humana que ha ayudado a los hombres y a las mujeres de todos los tiempos a encontrar el sentido trascendente de su existencia.

Cuando el ser humano  se descubre en el mundo y descubre  a las otras personas, a las cosas y a su Creador, comienza a interrogarse acerca del sentido de su existencia, del para qué vivir en su quehacer cotidiano. Los hombres y las mujeres de todos los tiempos se han planteado este interrogante, y lo han respondido de múltiples formas que van desde considerar la existencia humana como un sin sentido, como la negación de la libertad, hasta pensar que esta vida concreta es la oportunidad que  cada quien  de construirse y realizarse como persona, para poder transcender a una existencia plena y definitiva.

Todo esto significa que el ser humano es constructor de su propia historia. En efecto, el camino que ha recorrido la humanidad no es producto del azar o de los caprichos del destino, sino que todo lo que ha acontecido al ser humano es  el resultado de su quehacer en el mundo. Así, resulta definitivo el sentido que cada uno dé a su existencia. A través de la historia humana pueden encontrarse ejemplos de los más variados matices:

Ø  Para Albert Camus, novelista existencialista del presente siglo, la vida es la negación de la libertad, y la muerte su afirmación. Esta concepción la tomó de manera tan seria que acabó suicidándose.
Ø  En las décadas de los años sesenta y setenta surgió en nuestro país un importante movimiento literario-filosófico: en nadaísmo. Uno de sus fundadores pregonaba que el ser humano es una máquina para producir excrementos, y vivió fiel a este concepto durante largo tiempo, hasta cuando modificó  su pensamiento de manera radical.

Ø  En nuestros días existen personas que piensan que el único factor que da sentido a la vida es el dinero, y por eso viven esclavizadas por los bienes materiales; renuncian a todos los demás valores, sacrifican el amor y la justicia, para entregarse a su consecución.


“¡Una cosa curiosa es ésta de vivir! Sin mi asentimiento, heme aquí, instalado, desde hace ya algunos años, sobre una máquina redonda – la Tierra- a la que adhiero como una mosca a una esfera. En las antípodas, en Oceanía, viven otros seres humanos, con la cabeza hacia abajo, ¡sin sentir el menor malestar! Esto se explica, al parecer, por la ley de atracción… que, confesémoslo, no explica nada en absoluto.

Y me consta que esta bola que nos lleva sobre sí no está sostenida por nada, ni está suspendida de nada, que da una vuelta completa sobre sí misma en un día lo cual le da, en nuestra latitud, una velocidad tangencial de unos 1 000 kilómetros por hora aproximadamente; que describe una órbita elíptica en torno al Sol, a una velocidad tangencial media de 108 000 kilómetros  por hora; que el propio Sol, arrastrando tras de sí a unos centenares de satélites –entre ellos la Tierra-, se dirige hacia la brillante Vega, estrella de la constelación de Lira, a una velocidad de 70 000 kilómetros por hora, y que las tres o cuatro mil estrellas que vemos por la noche, inmóviles, están sostenidas también a velocidades vertiginosas y son arrastradas en una cabalgata fantástica a través de los espacios.

Rectángulo redondeado: EternaEn contra de mis suposiciones, pues, nada hay en reposo en el universo. El mundo entero es una inmensa sala de danza en la que bailarinas endiabladas dan vueltas y más vueltas sin detenerse jamás a tomar aliento. Y yo que leo estas líneas,  estoy desesperadamente enganchado a una de estas danzarinas locas y, con ella por pareja, giro, giro… Mañana a la misma hora, no habremos dado, juntos, más que una vuelta sobre nosotros mismos, es cierto, ¡pero habremos recorrido cientos de miles de kilómetros en los espacios interestelares! Y lo más curioso de esta historia es que no siento nada. Es verdaderamente muy extraño.

Y cada día, sobre mi globo, vivo: muevo brazos y piernas, como, cambio de lugar unos objetos, rompo otros, después me acuesto y pierdo el conocimiento durante algunas horas, mientras que, en el otro hemisferio de la Tierra, la mitad de la humanidad, acariciada por los rayos del sol naciente, se despereza, se levanta, come, trabaja o se divierte, para acostarse a su vez cuando yo me levante. Y mañana, pasado mañana… volverá a comenzar la misma operación, la misma comedia. ¡Es curioso!

Y vivo, porque en mi pecho late mi corazón, un músculo que se halla en actividad día y noche, al cual yo no he dado impulso cuyo movimiento no me es posible detener mediante un acto de voluntad. Cien mil veces al día este músculo se crispa y se relaja. ¿Quién le ha puesto en movimiento y cómo puede latir así?

Cosa curiosa también, yo vivo a veces… allí donde no estoy. Por una parte, me siento localizado por mi cuerpo en un lugar determinado del espacio; por otra parte hay en mí un elemento –que se llama espíritu- que se evade continuamente del lugar donde estoy y recorre el universo en todas direcciones. Y este espíritu, sin dejar de estar en el presente, escruta el pasado sin cesar y contempla el porvenir. Esto ¿no es también raro?

Sinceramente, ¿Cuál es mi razón de ser? ¿Por qué me ocupo en esta tarea de vivir? Si me despertase en el compartimiento de un tren en que se me hubiere depositado sin mi consentimiento, preguntaría inmediatamente por qué se me había puesto allí y cuál sería el término de mi viaje. Cuando se trata de mi presencia en el universo y de mi estancia en la Tierra ¿no surgirá en mí ningún problema? ¿No me preocuparé de saber qué se quiere de mí?... Pero –dicen algunos- ¿no es más sencillo hacer como si el problema no existiese o suponerlo resuelto? La vida es bella –añaden- ¡vivámosla!”.

(Tomado de La solución al problema de la vida. Fernand Lelotte, págs. 17 a 19).

Tomado de Proyecto de vida 10. TOBON TAMAYO, Raúl. Ed. CONACED, págs. 8 a 10.

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